viernes, 8 de junio de 2018

La pureza técnica.

De un tiempo para acá, se está extendiendo un poco una visión de las artes marciales basada un poco en la no-fuerza, lo no-bruto, lo no-tosco. Todo debe ser suave, fluido, preciso, bonito... Toda técnica debe realizarse de forma milimétrica según la teoría, y cualquier cosa que se pase de las medidas y forma de la teoría de la técnica está mal hecho. Se le atribuye a la perfección técnica una especie de nivel supremo de efectividad que, si se desforma lo más mínimo, se pierde y ya no vale para nada lo que haces.
En el caso del karate, si el age uke no está a un puño de distancia de la cabeza, medido, ese age uke está MAL. Si al dar oi tsuki la cadera no está TOTAL Y COMPLETAMENTE al frente, está MAL. Si el soto uke sobrepasa lo más mínimo la linea central del cuerpo al bloquear, está MAL. Y, coincido al 100% en que, realizando kihon y kata, estas afirmación son completa y absolutamente ciertas. El kihon y el kata están hechos para realizar la técnica del modo correcto, lo más al milímetro posible.
El problema viene cuando entramos ya en el terreno del bunkai y el kumite. El bunkai y el kumite son las partes del karate que buscan coger toda esa técnica básica, cuadrada y de libro que aprendemos en el kihon y el kata y aplicarlas del modo más efectivo posible. Cuando se dice ‘del modo más efectivo posible’, se pretende decir que si en algún momento (que suelen ser la mayoría) es necesario desvirtuar o deformar un poco lo que es la medida exacta de la técnica para hacerla más efectiva, se hace. Debe hacerse.
Más aún, uno de los puntos del decimonoveno principio de Funakoshi, el chikara no kyoujaku, se refiere precisamente a esto, junto con el decimoctavo, ‘kata wa tadashiku, jisen wa betsumono’, el kata requiere exactitud, el enfrentamiento real es un asunto diferente, ambos acompañados del concepto de 'atobaya'.
Chikara no kyoujaku, la aplicación precisa de la potencia, se refiere al punto y momento concreto en el cual debemos aplicar la tensión para imprimir fuerza, kime, a cualquier técnica. En el casi del tsuki, debe aplicarse tensión y fuerza únicamente en el último instante, cuando el puño está a punto de golpear el objetivo, y debe aplicarse exactamente en el seiken, en los nudillos de los dedos índices y corazón. En el caso del shuto, igual, aplicando la tensión en el borde de la mano correspondiente al meñique. Si hacemos age uke o soto uke, del mismo modo, justo en el último instante, cuando la cadera está a punto de girar, aplicando la fuerza en el punto justo debajo de nuestra muñeca en el borde externo del antebrazo, zona con la que se golpea al bloquear. El koshi en mae geri y mawashi geri y así sucesivamente.
La cosa es, que el aplicar fuerza y tensión en ese punto y momento implica, también, una leve sensación de empuje, de penetración, al realizar las técnicas, haciendo que se extiendan un poco más allá de lo que dicta la forma estricta de realizarlas. Esta presión, este "más allá" en la técnica, es lo que llamamos 'atobaya'. De ese modo, un soto uke, al defender, no nos quedaríamos justo en la linea media del cuerpo, si no que lo llevaríamos un poco más allá. Apenas unos centímetros, pero esos centímetros permiten imprimir kime real a la técnica, además de permitir un bloqueo auténtico y efectivo, capaz de bloquear el ataque más fuerte y sólido que nos lancen. Y ocurre exactamente lo mismo con los ataques. Si detienes el shuto justo en la linea media del cuerpo, golpearás al rival, le harás daño, pero si aplicas atobaya justo en el momento del chikara no kyoujaku y extiendes un poco más la trayectoria, penetrando un poco más y cargando todo el kime en dicho golpe, no le golpearás y harás daño, si no que lo destrozarás.
De este modo se ve que, efectivamente, aunque el kata requiere exactitud (técnica y posiciones precisas y exactas), el combate real debe buscar algo más efectivo incluso a consta de sacrificar la pureza de las técnicas y posiciones, en pos de la agilidad, potencia, velocidad, precisión y, en general, el kime que nos permita acabar con el oponente.
Para algunos colectivos, parece que esto es poco más que una herejía, un sacrilegio. ¿Deformar o modificar la técnica? Más aún, ¿Realizar una técnica con fuerza real detrás, incluso un bloqueo? Eso es para brutos, para gente que pelea sucio, luchadores callejeros. Somos karateka (o aikidoka, o judoka, o taekwondoin), no hacemos nada rudo, nada bruto, todo es suave, preciso y hermoso. Y, ojo, no tengo nada en contra de quien le guste practicar un arte marcial de este modo. A lo que sí me opongo, y me mosquea bastante, es que, por un lado, quienes entrenan así son propensos a usar frases como que quienes entrenan de otro modo ‘no hacen auténtico karate/aikido/taekwondo/jujutsu/kung fu/el-sistema-que-sea’ y que quienes entrenamos así ‘somos una panda de borricos que no entendemos la finura y esencia del arte’ y, además, defienden que lo que ellos hacen, del modo en que lo hacen, es perfectamente útil y aplicable en una situación real de defensa personal. A eso, sí me opongo. Es como ver a un grupo de ballet diciendo que el street dance no es un baile y que los street dancers no tienen ni puta idea de música ni de bailar.
Si quieres practicar un arte marcial como quienes hacen ballet (no porque el ballet sea menos, si no porque es una danza artística, suave, precisa, estética, no por eso menos dura), me parece perfecto, pero no menosprecies lo que hacemos otros, menos aún cuando, precisamente, quienes entrenamos el arte marcial realmente como un arte MARCIAL, para una efectividad plena y directa, somos nosotros, cosa que se ha demostrado en mil y un casos y de mil y una maneras. Hay quien incluso ha dicho que TAL o CUAL técnica (técnica incluida a lo mejor en un kata o que, aunque no esté en un kata, se practica y existe, como tal) no se puede hacer en karate porque ‘no aparece en ningún kata’ o, peor aún, ‘no es legal usarla en la competición de karate, así que eso no es karate’. Y este tipo de situaciones son mucho más comunes y serias en estilos como el aikido, donde prima tanto la suavidad y fluidez de la técnica y cualquier amago de hacer algo con rudeza y fuerza está visto como un sacrilegio.
Es como si alguien que hace castillos de naipes se creyese que la auténtica arquitectura es la hecha con naipes y que lo realizado con ladrillos es un insulto a la arquitectura, que no debería ser llamado como tal. Más aún, que las casas deberían hacerse de naipes, que es lo verdaderamente útil y práctico.
Hace falta hacer un lavado de conciencia entre los practicantes de artes marciales y hacerles ver que, como cita el decimoctavo punto del Shoto niju-kun, una cosa es el kata (y el kihon) y otra muy diferente el combate real. Las artes marciales son artes de lucha, creadas para matar y no ser matados. Da igual las bellas palabras que usemos para describirlas, da igual los hermosos principios morales que les atribuyamos, la realidad es esa. Siempre se dice ‘no, son para defenderte si es necesario, en la medida justa y precisa’, pero la verdad es que, cuando se crearon las artes marciales, lo normal era que ‘defenderse si es necesario’ y ‘la medida justa y precisa’ solía implicar que o matabas al que tenías delante o te mataba él a ti, porque lo normal era que fuese un bandido, un asaltante, un guerrero de otro clan o bando o mil cosas más.
Así que, por mucho que hablemos de ‘crecimiento personal’, ‘defensa personal’, ‘usar la fuerza necesaria’, la realidad es que entrenamos las artes de matar, y debemos ser conscientes de cómo entrenarlas y de lo que pueden hacer. Más aún, personalmente creo que entrenar artes marciales sin ser conscientes de que realmente son artes para matar, de que aprendemos técnicas para matar al oponente, puede ser peligroso. No para nosotros, no porque nos vayan a dar una paliza en la calle, que también, si no precisamente para los demás. Quien entrena una técnica buscando la máxima efectividad, de manera que ese golpe pueda matar a una persona, por un lado, es consciente de que su golpe puede matar a alguien, es realmente consciente del daño que puede hacer y es consciente de cuando debe o no debe usarlo. Por otro lado, al haber entrenado buscando la eficacia máxima de dicha técnica, también es capaz de controlarla al extremo, sabiendo cómo usarla para causar tanto el máximo como el menor daño posible. Alguien que no entrena buscando esto ni siendo consciente de lo que realmente está entrenando, cuando lance un golpe, no puede ser ni realmente consciente de lo que hace ni puede tener control real y pleno de su ataque, pudiendo ser o una caricia que no haga nada o una puñalada al cuello del oponente. Una auténtica ruleta rusa, vaya.
Entrenad con conciencia y siendo analíticos con uno mismo y con lo que entrenamos. No está mal entrenar solo por el ‘arte’ de las artes marciales, pero crearse la falsa ilusión de que esa es la esencia de un arte marcial y de que lo que haces es realmente lo útil y necesario para una situación real es un error inmenso.

Nunca olvideis que, como ya decía el mismo Funakoshi, una cosa es el kata y otra el combate real y que el chikara no kyoujaku, el waza no kankyu, el tai no shinshuku y el atobaya son TODOS partes fundamentales de una buena técnica efectiva.

Osu.

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