martes, 11 de diciembre de 2018

La importancia del shoshin en las artes marciales.

Hace poco tuve una leve crisis a nivel marcial. Dicha crisis se resumía en algo tan simple como que veía que muchos compañeros del dojo, mis kohai, parte de ellos con menos años de práctica de karate que yo y todos ellos con experiencia en menos sistemas de lucha que yo, que he practicado algunos sistemas de lucha en ring y de defensa personal, además de algún sistema de grappling, a la hora de practicar kumite, muchos de ellos me suponían un verdadero reto al combatir, siendo algunos en ocasiones capaces de ganarme bastante terreno e incluso de superarme.

La mayoría diréis ¿y qué pasa con eso? bueno, pasar pasar, no pasa nada tal cual, pero a mí me suponía un dilema, uno gordo. ¿Por qué? pues por algo muy simple: si yo llevo tantos años entrenando, practicando, trabajando, estudiando, además de practicando y estudiando otros sistemas para hacer mi karate más completo y más efectivo, ¿cómo era posible ahora que compañeros que llevaban menos tiempo que yo y tenían menos experiencia en variedad de sistemas y, por lo tanto, un repertorio técnico y variedad de recursos inferior a la mía, me resultasen oponentes tan duros? No es que pensase que mis compañeros debían ser peores, al revés, creo que tienen un nivel perfecto para su nivel y tiempo de entrenamiento y dedicación, es envidiable. Mi problema era conmigo.

Podemos decir que yo he tenido dos periodos de entrenamiento. El primero fue hasta poco después de sacarme el shodan en Kase-ha Shotokan-ryu, luego tuve una etapa en la que no entrené, o entrené poquísimo por circunstancias, estudios, trabajo y tal y el segundo periodo ha sido reciente, tras sacarme el shodan por la Nihon Karate Kyoukai (JKA). En mi primer periodo, parte importante del tiempo entrené con una generación de senpai mayores que yo, de mayor grado y mejores, bastante mejores que yo. Había un salto bastante grande entre ellos y yo en muchísimos aspectos, desde lo técnico hasta la fuerza pasando por la agilidad y los reflejos. Lo atribuía al salto generacional, eran mayores, con más tiempo de entrenamiento y más grado que yo. Cuando alcanzase su edad y grado, sería como ellos. Entonces, pasamos a mi segundo periodo. Ahora, entreno con un grupo de compañeros, kohai prácticamente todos, ya sea por grado o por antigüedad y, además, con menos tiempo y experiencia que yo, como ya he mencionado. Lo natural, según mi lógica, es que el salto generacional y, por lo tanto, de nivel, sea similar al que había entre yo y mi anterior grupo de compañeros, que para mí fuese más sencillo manejarles, enfrentarme a ellos, marcar el ritmo del combate, pero con lo que me encontré es que el salto generacional entre ellos y yo era infinitamente más pequeño, apenas palpable, en comparación con el que había entre yo y mi anterior grupo de compañeros. ¿por qué yo no había mejorado y alcanzado un nivel similar al que tenían mis senpai, ni supongo un rival tan temible para mis kohai como lo suponían mis senpai para mí?

Todo ese contexto se remezcló con una sensación o percepción de que llevaba bastante tiempo estancado, sin mejorar o subir de nivel. Cuando volví a entrenar, que fue en un dojo de la Kyoukai, veía avances y mejoras rápidas y evidentes, casi semanalmente veía que mejoraba algo nuevo. Llevaba tiempo sin entrenar y, además, arrastraba vicios y taras en la técnica básica que no había llegado a corregir antes, y en la Kyoukai otra cosa no, pero machacar y trabajar la base para realizarla exquisita lo hacen hasta la saciedad, cosa que me venía de perlas. Tras sacarme el shodan por la Kyoukai y volver a mi dojo original de Kase-ha Shotokan-ryu, tenía que volver a recuperar el control y potencia que caracteriza a mi escuela, el asentamiento del fudoudachi, la realización de técnicas de hente demoledoras y el uso de uchiwaza extenso que tenemos. De nuevo, veía mejoras en relativo poco tiempo, todo genial. Pero llegó un momento en el cual tenía la sensación de que no avanzaba, que me esforzaba, entrenaba, trabajaba, pero me mantenía quieto en el mismo sitio. Me daba la sensación de que todo el mundo iba avanzando y subiendo su nivel y que yo estaba estancado en un punto y que no me movía de ahí. Lo mencionado anteriormente, junto a esto último, me llevó al pensamiento de que quizá había llegado a mi límite, que no podía mejorar más, que no era un buen budoka porque era incapaz de continuar avanzando y otros mil pensamiento negativos más.

A estas alturas os preguntaréis ¿y qué tiene que ver todo esto con el título de este artículo, con el shoshin? absolutamente todo.

Mi problema, lo que me ocurría, al final, se resumía en una pérdida total y absoluta del shoshin, del espíritu de principiante. Había asumido mi maestría, había asumido que estaba en un punto, que ya no era un principiante y que debía ser capaz de tal o de cual, mejor que este o que aquel. Había asumido que ya había cosas que sabía hacer y manejar y que debía saber otras cosas. En el momento en que había dejado de pensar como un principiante, a realizar cada entrenamiento, por básico que fuese, como algo de lo que tengo que aprender, algo que puedo usar para mejorar algo de mi técnica, por mucho nivel que tenga, me perdí, y conmigo se perdió mi karate y mi espíritu guerrero. Se quebró mi voluntad.

Cuando me di cuenta de esto, de que había perdido el shoshin, traté de esforzarme por recuperarlo. Coincidió con la llegada de gente nueva al dojo, kukyu ambos, por lo que empezamos a hacer trabajos bastante básicos. Kihon estándar de tsuki y geri, kihon ippon kumite, sanbon kumite... Y, en lugar de quejarme o desmotivarme por tener que empezar a hacer trabajo de kukyu de nuevo, decidí aprovecharlo. Da igual que tenga dos shodan, seguro que tengo fallos en algo tan simple como mis desplazamientos en zenkutsudachi o kokutsudachi, seguro que mi técnica de maegeri o de gedanbarai fallan en algún punto al realizarlos, y esos ejercicios eran perfectos para centrarme en realizar la técnica lo mejor posible y mejorar mis vicios y taras. Luego, cuando los grados bajos han faltado al entrenamiento, hemos vuelto a realizar entrenamientos para yudansha, ejercicios complejos y elaborados de timing, coordinación, concentración... Y lo que he ha sido tratar de centrarme en realizarlos manteniendo todas esas cosas que trataba de mejorar al hacer los ejercicios básicos cuando venían los compañeros nuevos. Simplemente centrarme en todos esos puntos que trataba de mejorar, en continuar haciéndolo así. ¿Resultado? con los ejercicios básicos, teniendo la mente abierta y buscando el modo de aprovechar los ejercicios aunque fuesen para kukyu recién llegados conseguí mejorar muchos detalles de mi técnica que, al realizar trabajos superiores, traté de mantener, intentando asimilar tanto lo nuevo que nos enseñaba el sensei como aquellas cosas que yo trataba de mantener al adquirirlas en el entrenamiento anterior.

Al recuperar el shoshin, al volver a entrenar siempre como un principiante, pensando no en lo que no domino y no soy capaz de hacer, si no en lo que tengo que mejorar y perfilar de mi técnica, sin importar el ejercicio que hagamos, sin importar lo demás, simplemente manteniendo la actitud de aprendizaje, evitando el pensamiento de autocomplacencia con mi nivel y mi técnica básica, conseguí evitar la sensación de estancamiento, la sensación de que no avanzaba y de que me superaban mis compañeros, de que no podía ir a más.

Al volver a recuperar el shoshin, he vuelto a entrenar sin tener la mente saturada, sin andar dándole vueltas a si soy o no soy mejor, etc. He recuperado el mushin. Al recuperar el mushin, al realizar cualquier ejercicio o al hacer kumite puedo mantenerme alerta, atento, enfocado, antes, durante y después de atacar o defender, he podido recuperar mi zanshin. Al recuperar el mushin y el zanshin, mi determinación y mi mentalidad vuelven a ser fuertes, estoicas, inamovibles, mi fudoushin también ha vuelto. El shoshin es la base y puerta de entrada a todos los demás espíritus del Budo. Una vez lo perdemos, nos arriesgamos a perder los demás con el más mínimo obstáculo que nos encontremos en el camino. Mientras mantengamos el shoshin, dará igual cuántos obstáculos y dificultades hallemos, siempre será algo de lo que aprender y mejorar, algo que nos aportará si tenemos la forma correcta de verlo, recordando siempre que nunca dejamos de aprender, nunca dejamos de ser principiantes. De ese modo, nuestro potencial, nuestra capacidad de mejora, no tiene límites.