viernes, 8 de junio de 2018

La intención detrás del golpe.

  • ‘Atácame. Atácame. [...] ¿Qué ha sido eso? ¿Una exibición? Tiene que haber intención. Inténtalo. [...] He dicho intención, no ira. Inténtalo. Inténtalo otra vez. [...] Bien, eso está mejor. ¿Qué te ha parecido?’
  • ‘Pienso que...’
  • ‘No pienses, siente. Es como un dedo indicándote la dirección de la luna. No te concentres en el dedo o te perderás toda la gloria celestial. [...] No pierdas de vista a tu adversario, ni siquiera cuando le saludas. Eso es.’
Esto es un fragmento de un diálogo de la película Operación Dragón, de Bruce Lee. De lo que habla, es de un concepto que existe en las artes marciales desde su inicio pero que, de un tiempo para acá, parece que muchos han olvidado. Este concepto es la intención.
Como comento en una publicación anterior, mucha gente parece haber adoptado una práctica de las artes marciales más artística y menos marcial, lo cual está bien siempre y cuando no prediques que esa es la esencia de las artes marciales y que lo que haces es perfectamente útil en defensa personal.
Pero también hay otra clase de gente que, aunque intentan tener una buena técnica, un buen golpe, con kime y potencia, no son capaces de conseguirlo. Algo les falla, falta un detalle que hace que su técnica no termine de tener esa explosividad, esa potencia, el kime puro.
Normalmente, lo mejor que consigue esta clase de gente es una técnica similar a la que realizan aquellos que buscan más la parte artística de un arte marcial. Una técnica que cumple todos los requisitos para ser correcta en cuanto a posición, ejecución, movimiento, etc. Incluso con kiai en ocasiones, pero se ve que, aún así, le falta algo, una chispa.
Esto ocurre cuando uno realiza las técnicas buscando realizar una serie de checks o controles. Es muy común, sobre todo en los principiantes, que son los que más deben pensar en estas cosas, que estas personas realicen las técnicas un poco bajo el pensamiento de ‘Vale, mientras realizo la técnica debo mover los brazos así, colocándolos de esta manera, con las piernas en esta posición, siguiendo esta serie de puntos, movilizar la cadera de esta manera, desplazar el peso de este modo, aplicar velocidad al movimiento, imprimir fuerza y eso es todo. Ah, y kiai cuando lo haga, dar un grito que indique que estoy haciéndolo fuerte’.
Así es como mucha gente concibe una técnica en las artes marciales. Una serie de puntos que van comprobando y realizando a medida que realizan la técnica para que, de inicio a fin, esté realizada de forma correcta, precisa y perfecta. Y, aún así, los que lo ven e incluso ellos mismos en ocasiones sienten que falta algo, que no consiguen terminar de generar kime, que otra gente que quizá realiza la técnica estrictamente hablando peor parece generar más kime.
El problema principal en esta gente es, precisamente, esa forma de ver la técnica. Una serie de controles y puntos que hay que ir “ticando” para que la técnica esté bien hecha. No ven la técnica como UNA cosa, si no como un conjunto de elementos. No ven un reloj como un reloj, si no como unos tornillos, unos engranajes, una correa, unas agujas... Y, viéndolo así, es imposible conseguir que el reloj de adecuadamente el tiempo.
El todo es más que la suma de sus partes, y esto se aplica también a las técnicas. Uno necesita conocer, evidentemente, las partes de una técnica igual que necesita conocer las piezas del reloj, pero una vez las ha aprendido, asimilado y adoptado, necesita dejar de ver la técnica como esa serie de puntos a seguir y comenzar a verla como un todo, algo vivo en sí mismo, sin partes, porque todo está armonizado y trabajando junto.
El cuerpo ya sabrá qué debe hacer, no hace falta pensar en ello. Las piernas se colocarán de la manera adecuada y se desplazarán de forma eficaz. Los brazos realizarán los movimientos con exactitud y rapidez. El cuerpo entero trabajará en consonancia, unificado, como el gran organismo que es, y lanzará la técnica del modo más correcto y perfecto que seamos capaces, por lo que lo único que debemos hacer nosotros es centrarnos en la INTENCIÓN de la técnica, lo que buscamos conseguir. Si es un golpe, acabar con el oponente, si es una defensa, evitar el ataque rival y/o destruir el miembro con que nos ataca. Una vez aprendidos los puntos importantes de la técnica, sólo debemos pensar en lanzarla con pura intención.
Y, cuando consigamos lanzar la técnica así, desde nuestro abdomen, como algo que nos pide el cuerpo, algo que necesitamos hacer para liberar y transmitir la energía, el ki, surgirá el kiai, no porque ahora toque dar un kiai, no porque, si pego un kiai, le digo a la gente que mi técnica es fuerte, si no porque necesitas pegarlo, porque sale de dentro del mismo modo que ha salido por sí mismo el colocar la posición adecuada, realizar el recorrido correcto y golpear en el sitio correcto.
Lo más normal es que, al realizar una técnica así, de algún modo perdamos finura y perfección técnica, en lo que a teoría se refiere, pero nuestra técnica será efectiva, con kime puro detrás de ella, con verdadera intención. Ese, será un auténtico puñetazo, o una auténtica patada, o un auténtico bloqueo, o luxación o proyección, pues esto es aplicable a cualquier técnica de lucha.
El vigilar constantemente los puntos y controles de la técnica y olvidarse de la intención es perfecto para quien está comenzando a aprender y para quien hace una exhibición en la cual quiere mostrar algo bonito y estético. Cuando queremos hacer algo eficiente, práctico, debemos entender la técnica como un todo, sin partes, que nuestro cuerpo ya sabe realizar por sí mismo sin necesidad de andar vigilándolo y con intención plena desde nuestro interior. Ahí, es cuando se consigue el kime puro, el kime real. Un golpe que, incluso si eres una persona pequeña y menuda y tu oponente grande y corpulento, será difícil de bloquear o desviar.
Y no debemos confundir la intención con, por ejemplo, ira o enfado. Yo no lanzo mi golpe con intención de que sea definitivo porque odie a mi oponente, si no porque es el objetivo de mi técnica, es el modo en que debe realizarse, pero detrás de ella no hay ningún tipo de emoción. La emoción lo único que conseguirá es afectar a la técnica, siempre para mal. Si es compasión, el golpe no tendrá potencia y, por lo tanto, puede ser efectivo de menos. Si es ira o enfado, perderemos precisión y descuidaremos nuestra guardia. La técnica debe tener intención plena y cero emoción. Si queremos matar al rival, intención plena de matar. Si queremos dejarlo inconsciente, plena intención de dejarlo inconsciente. Si sólo queremos hacerle un daño leve que lo disuada de su intento de agredirnos, intención plena de causar ese daño leve. Pero siempre intención. Una intención que el oponente no debe notar sólo en los golpes que le damos, si no en nuestros ojos, en nuestra mirada. Debe ser capaz de sentir nuestro espíritu al mirarnos, de tal modo que, con suerte, incluso esa mera percepción le disuada de hacer nada, porque vea clara nuestra determinación e intención en la mirada, el modo en que vamos a defendernos de ellos.
Entended y realizad la técnica como un todo y buscad realizarla con simple y pura intención y conseguiréis alcanzar el kime, y con kime toda técnica que realicéis será imparable.

Osu.

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