domingo, 28 de junio de 2020

La realidad (y la falsedad) de la defensa personal. 3- Técnica VS Principio.

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3- Técnica VS Principio

Una frase que nunca me cansaré de repetir y que todo practicante debería grabarse como un mantra es que 'un principio vale más que mil técnicas'. Una técnica te vale para un contexto específico, un principio te vale para cualquier situación. En las artes marciales tradicionales y, en particular, en las japonesas, se enfatiza tanto el trabajo en la técnica porque esta es un medio para comprender, asimilar e interiorizar el principio. Pero la técnica es solo eso, un medio, no un fin. Sobre todo en artes marciales tradicionales, como el karate, muchos instructores se pierden en el entrenamiento y enseñanza eterna de la técnica, en los puntos que la forman y en desarrollarla a la perfección y nunca salen de ahí. Luego pretenden trasladar eso, esa técnica perfecta que respeta al 200% todos los puntos que la conforman, al kumite o a la defensa personal. Si te enfrentas a alguien con la misma concepción, normalmente, no pasa nada, pero si te enfrentas con esa actitud a alguien que no solo ha trabajado la técnica sino que ha interiorizado los principios de la técnica y del combate, entonces se verá una evidente y clara diferencia de nivel y de control del enfrentamiento.

Trabajar la técnica es necesario. Nos enseña mecánica corporal y los modos más efectivos de mover el cuerpo para generar potencia, ahorrar energía, ser rápidos, etc. Se aplica a absolutamente todo, desde técnicas de puño y pierna a proyecciones, controles, modos de desplazamiento... Da exactamente igual que aprendamos 3 formas de desplazarnos si luego no manejamos los principios de posicionamiento en combate, ya que seremos incapaces de usarlos. Como ejemplo claro, pensad en las técnicas como una caja de herramientas. Tenemos martillos, sierras, destornilladores, alicates... pero el fin de la caja de herramientas no es simplemente tener las herramientas. Y el fin de las herramientas no es, simplemente, conocer los movimientos necesarios para usarlas, ni conocer simplemente para qué sirven. El fin del martillo es clavar bien el clavo, el de la sierra cortar la madera y el de los destornilladores enroscar o desenroscar el tornillo. Evidentemente, debemos saber qué es cada herramienta, para qué sirve y cómo funciona, y debe buscarse el modo más efectivo de hacerlo, pero lo importante al final es que ese tornillo acabe bien puesto o quitado. La técnica y los principios son exactamente igual.

La mayoría de entrenamientos o vídeos o manuales de defensa personal se limitan a ponerte en situaciones. 'Si alguien te agarra así haces esto', 'si alguien te agarra asao haces aquello', pero en una situación real lo más probable es que ese modo concreto que trabajas de que te agarren se de 1 vez de cada 100. No podemos depender únicamente de tres contextos que hemos trabajado y que si pasa cualquier otra cosa estemos indefensos sin saber qué hacer. Por eso, aunque los entrenamientos situacionales y contextuales son útiles y tienen su importancia, no podemos limitarnos a eso ni reducir la defensa personal a 'tips que te servirán si te hacen esto'.

Como ejemplo, usaré una situación real. En una ocasión me vi arrastrado a una agresión contra dos personas. En una situación así, los pensamientos pasan a mil por hora por tu cabeza, si es que pasan. Lo primero que pasó por mi cabeza no fueron técnicas ni movimientos ni nada, fue una idea muy, muy sencilla. Son dos contra uno, necesito simplificar esto. Simplificar la situación, quiero decir, buscar que sea lo más parecido a uno contra uno. Ese es el principio, simplificar o reducir los agresores. ¿Qué hice? al que tenía inmediatamente delante lo agarré del pelo. Sin más. Podría haber hecho otras mil cosas, pero lo agarré del pelo y pensé 'necesito tenerlo muy bien sujeto, que no pueda escaparse ni hacer nada. el único modo de mantener un agarre fuerte con mínimo esfuerzo por mi parte es conectar con mis dorsales. Ese es el otro principio. La técnica del agarre me da igual. Podría haberle agarrado la ropa, una mano, el cuello... pero eso es irrelevante, lo importante era que esa persona quedase reducida de algún modo y que yo tuviese que hacer el menor esfuerzo para ello, así que simplemente la sujeté como pude y, del mismo modo que se hace un hikite, similar al movimiento del final de Heian yondan para quienes practican karate, conecté con mis dorsales y pegué su cabeza a mi abdomen. Por el modo de mi agarre, esa persona no podía hacer nada, estaba bastante reducida y yo no estaba gastando nada de energía en sujetarla. ¿Qué pasaba ahora? quedaba otra persona que, además, venía directa a agredirme. De nuevo, ni técnicas ni movimientos mágicos ni nada, una simple idea, un principio: busca obstáculos entre el agresor y tú, entorpécele. Cuanta más distancia e impedimentos tuviese el agresor para alcanzarme, mejor. ¿Qué hice? usar lo que tenía más a mano, la persona que yo estaba agarrando. Por el modo en que la agarraba me resultaba extremadamente fácil desplazarla haciendo yo un simple giro sobre mí mismo, así que cada vez que el otro agresor trataba de alcanzarme o golpearme se encontraba o bien entorpecido por su compañero o directamente golpeándole.

El resto del enfrentamiento es irrelevante para lo que estamos hablando. A lo que quiero llegar es que pude actuar así, primero, porque había trabajado técnicas como el final de Heian yondan muchas veces, pero no solo repetido la técnica una y otra vez, si no entendido sus fundamentos y principios: al tirar, hay que conectar con los dorsales, relajar los hombros, conectado con el suelo. Luego me ayudaron una serie de principios que aprendí del aikido y de ejercicios de randori que hice mientras lo entrenaba: si desplazas el centro de gravedad del oponente y lo fundes con el tuyo, te será más fácil controlarlo y manejarlo, si te enfrentas a varios, busca el modo de enfrentarte de uno en uno, que se entorpezcan. En esta época era bastante joven y ni siquiera tenía tanta experiencia en artes marciales ni había realizado entrenamientos más específicos de defensa personal o de enfrentamiento contra varios oponentes, pero fui capaz de manejar esa situación, y pude simplemente porque tenía tan interiorizados esos principios del combate y de la técnica y de la defensa personal que, en el momento de la verdad, a pesar del estrés, el miedo, la aleatoriedad y el caos, mi cuerpo fue capaz de actuar de acuerdo a estos pasando por alto que las condiciones para las técnicas no fuesen ideales ni iguales a las trabajadas. Ese famoso dicho que reza más o menos como 'si entrenas durante cien días seguirás siendo un principiante, pero si entrenas durante diez mil días puedes convertirte en maestro' no se refiere al simple hecho de realizar las técnicas una y otra vez, se refiere a realizarlas hasta interiorizar y comprender sus principios.


La siguiente pregunta lógica es ¿y cómo conseguimos interiorizar los principios y las técnicas para que, incluso en una situación de estrés, miedo y caos, nos salgan de forma automática? la respuesta a eso se da en el siguiente punto:

4- La defensa personal y el combate

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