sábado, 27 de octubre de 2018

La decisión al atacar (kime) y el sutemi.

Recientemente he estado pensando bastante en el tema de la decisión, la intención (que ya menciono en una de las primeras publicaciones) a la hora de lanzar un ataque. Algo que ha lanzado, a partes iguales, cierta luz y aún más preguntas sobre el tema ha sido el ver este vídeo sobre Naka Tatsuya probando y experimentando con el Shotokan-ryu frente a otros sistemas como Full contact karate, kenjutsu, bojutsu, BJJ...

Algo característico de estos vídeos, y de otros que hay de él mismo aprendiendo, comparando y estudiando con estilos de karate okinawenses, es que la mayoría de maestros con los que entrena quedan fascinados por el modo en que avanza, se adentra en su guardia y golpea, algo muy característico del Shotokan-ryu y que es herencia del Jigen-ryu kenjutsu. Entre las reacciones comunes a ese modo de rápidamente acortar la distancia y golpear, se encuentran comentarios como 'lo estaba viendo venir, pero no era capaz de reaccionar', 'me he quedado paralizado al verlo venir' y alguno incluso comenta que, directamente, lo ha visto cuando ya tenía el ataque encima. Eso me hizo pensar y meditar sobre qué es lo que hace que ese ataque abrume tanto a los oponentes, algunos incluso usando una espada o un bastón largo, armas con una evidente ventaja sobre la distancia pero, al ver acercarse al karateka, quedan paralizados incluso a medio camino del ataque. Tras observar los vídeos y meditar una y otra vez, acabé llegando a la conclusión de que esto es fruto de la decisión (kime) al atacar.

Pero no debemos confundirnos: atacar con kime no significa atacar fuerte, ni rápido, ni hacer kiai. Cuando hablamos de atacar con kime, con decisión, hablamos de atacar con determinación plena de que ese golpe será definitivo, que acabará con quien tenemos delante irremediablemente. Que todos los elementos de la técnica, todos esos puntos que la definen y que trabajamos una y otra vez hasta hacerla perfecta, se unificarán junto a nuestra intención y determinación para imprimir energía a nuestro golpe y que este acabará con nuestro oponente cuando le golpee. Es una cuestión, un estado, casi más mental que físico per se. Da igual que nuestra técnica sea 100% perfecta y que seamos fuertes y rápidos, nuestro ataque no va a inspirar la misma presión, la misma carga, ni siquiera la misma dificultad de defender o evadir, que si en nuestra mirada y en nuestra actitud se hace manifiesta nuestra intención plena de que ese golpe va a ser definitivo.

¿Nunca os ha ocurrido que, entrenando kumite/sparring, habéis lanzado un ataque y vuestro compañero ha lanzado otro simultaneo o incluso poco después del vuestro e, incluso sabiendo que lleváis ventaja, habéis percibido cierta amenaza o presión que os ha hecho frenaros, paralizaros o incluso retroceder? Son cosas que ocurren, por ejemplo, cuando somos novatos y nos enfrentamos a compañeros avanzados, ya que confiamos poco en nuestra técnica y fuerza y tememos la de quienes son mejores, pero incluso cuando somos avanzados hay ocasiones en que esto nos ocurre, y suele ser la mayoría de las veces con compañeros específicos. Esto es porque nuestro compañero lanza su ataque con decisión, con determinación, centrado únicamente en que su ataque debe llegar a su objetivo y debe ser definitivo, acabarlo todo ahí. Es difícil, y duro, hacer frente a un ataque así. De hecho, al final, sólo es posible si aplicamos el sutemi, que es el otro punto del cual quiero hablar en esta entrada.

La palabra sutemi (捨身) significa 'sacrificio'. En estilos como el judo y el aikido existen las 'sutemi waza', que se supone son técnicas que se realizan sacrificando algo, como por ejemplo una posición ventajosa, pero que dicho sacrificio nos va a traer posteriormente la victoria. En kenjutsu ya se hablaba de este concepto de un modo más crudo, pues hacía referencia a estrategias y técnicas que implicaban dejarse cortar o incluso herir de gravedad en pos de conseguir tener al oponente en una distancia adecuada y con la guardia baja para poder acabar con él. No era raro en los enfrentamientos entre samurai el llegar a dejarse herir de muerte solo para poder herir de muerte al rival también. Y quizá algunos diréis '¿y cómo relacionamos todo esto con el kime y el karate?'. De un modo muy sencillo:

Recuerdo una ocasión en la cual quedé con un chaval que no conocía (quedamos por mediación de un amigo común) para practicar sparring libre, es decir, al más puro estilo MMA, valiendo el uso de codos, rodillas, lucha de suelo, etc. Usamos guantillas y tibiales, pero como ese chaval no tenía casco pues decidí no usarlo yo tampoco, para estar en igual de condiciones en ese aspecto. Recuerdo que el chaval me sacaba aproximadamente una cabeza de altura y era ancho de espalda. Era como enfrentarse a un oni, le faltaba la maza de hierro. Era practicante de karate deportivo y, como tal, tenía un manejo excepcional de la distancia y de los desplazamientos y la entrada y salida en la guardia del oponente. Yo, por mi parte, llevaba muchísimo tiempo sin entrenar y, en general, nunca había sido realmente bueno manejando la distancia, menos aún cuando me enfrentaba a gente más alta, y por lo tanto con más facilidad para alcanzarme que yo a ellos, que yo. Como cabía esperar, por el modo en que he pintado la situación, quien recibió una buena somanta de palos fui yo, que acabé con la cara hecha un Cristo. El chaval no golpeaba, o no me quiso golpear, realmente fuerte, sobre todo teniendo en cuenta su tamaño y constitución, pero si te pinchas 35 veces en la misma zona con una aguja pues al final te haces un boquete realmente grande. Esto fue igual. El caso, y es a donde quería llegar, es que las veces que yo conseguí golpearle fueron porque decidí abandonar las precauciones. Él era más grande que yo, él manejaba la distancia mejor que yo y reaccionaba muy bien a mis intentos de ataque, no iba a conseguir nada buscando el modo de entrar a golpearle y evitar recibir cualquier daño, así que mi única solución era, simplemente, lanzarme a atacarle, con todo lo que tuviese y mentalizado de que iba a recibir algún golpe, pero incluso si él me golpeaba, yo conseguiría alcanzarle con un golpe más duro aún que el suyo. Y, efectivamente, las pocas veces que conseguí golpearle fueron porque me lancé así al ataque, de un modo decisivo y mentalizado, abandonando el ego y con la determinación de alcanzarle con fuerza incluso si eso significaba que yo iba a recibir daño también. No sólo eso, si no que, además, cuando me lanzaba de ese modo contra él era las pocas veces que era menos capaz de reaccionar y defenderse de mis ataques. Y sí, todas y cada una de las veces que me lancé así recibí golpes en el proceso.

Eso, es atacar con sutemi. Sobra decir que atacar con sutemi no es atacar a la desesperada. No, al menos, como se suele concebir. No es lanzar un ataque porque sí y de cualquier manera y que sea lo que Dios quiera. Es, precisamente, todo lo contrario. Se debe buscar el momento, mentalizarse, centrarse, abandonar y dejar ir de nuestra mente absolutamente todo lo que no tenga que ver con ese ataque decisivo, observar al oponente y, cuando llegue el momento, lanzar nuestro ataque haciendo acopio de toda nuestra energía, fuerza, velocidad, realizando la técnica lo más perfecta posible y con una sola cosa en mente: el ataque debe llegar al objetivo y ser definitivo. Nada más importa. ¿El oponente reacciona? Da igual. ¿Su ataque nos alcanza? Da igual. Nuestra mano, nuestro codo, rodilla o pie continua su trayectoria, hasta alcanzar su objetivo. ¿Nuestro oponente se ha defendido o evadido el ataque? Da igual, continuemos atacando, un segundo ataque con la misma determinación, la misma intención, la misma decisión. Lo único que importa es finalizar al oponente, no nosotros.

Cuando alguien ataca así, suele desprender una presión y una carga mental abrumadora y es natural que, precisamente, nos bloqueemos cuando alguien arremete contra nosotros de este modo. Por eso, el único modo de responder a un ataque con kime de verdad o, peor aún, a un sutemi, es precisamente con un sutemi. Si nuestro oponente nos ataca con decisión plena de acabar con nosotros con ese golpe y si, además, lo hace sin importarle lo que le ocurra en el proceso, no podemos tratar de responder a dicho ataque mirando por nuestra seguridad, si no que debemos responder con el mismo abandono del ego que él. Si somos capaces de anticiparnos totalmente a su ataque con un sen sen no sen, nuestro oponente estará seguramente acabado. Si no somos capaces y debemos reaccionar con un sen no sen entonces, usando argot samurai, quien tenga mayor determinación y convicción será el vencedor.

Cabe apuntar que esto no significa que cuando entrenemos con nuestros compañeros del dojo debamos ir acabando con ellos uno tras otro. Teniendo en cuenta que gran parte de estos modos de atacar y reaccionar en combate son más estados y actitudes mentales, nosotros podemos tener una actitud, lanzar un ataque con plena determinación e intención de acabar con nuestro oponente (en este caso, compañero) pero, al final de este, controlar el ataque y no golpearle o hacer un ataque más moderado que no cause el daño que causaría un ataque a plena potencia. Pero la decisión, la determinación, la actitud, el estado mental del sutemi y la presión que este genera en nuestro oponente, así como el kime se pueden trabajar y aplicar incluso con compañeros, incluso con ejercicios de ippon kumite o jyu ippon kumite. Trabajadlo, conseguid desarrollar tanto el kime como el sutemi, y podréis lanzar ataques verdaderamente imparables. A un precio, pero imparables.

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